Cuando la ingesta de alimentos se convierte en una carga física y mental, suele tratarse de un trastorno alimentario que es considerado como una enfermedad psíquica. Observar a un ser querido poniéndose a sí mismo en peligro, o incluso en situación de riesgo vital, es difícil. De la misma manera, tampoco es sencillo iniciar una conversación sobre el tema. 

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De hecho, es probable que quien padece el trastorno alimentario lo niegue y no quiera tener un cambio de conducta. Quizás reaccione de forma agresiva o irritable, o incluso tenga una explicación.

La negación es uno de los síntomas principales en estos problemas de alimentación y es inherente a la propia patología. No conviene verlo entonces como un capricho, una muestra de oposición, ni menos aún como un ataque o rechazo personal contra alguien.

Es importante dejarle en claro a la persona afectada que se está convencido de que ella o él está atravesando una enfermedad y necesita ayuda. Manifestar las dudas, temores y sentimientos, pero sin entrar en juicios de valor y sin hacer reproches.

Trastornos alimentarios: cuáles son las señales de alarma 

La detección temprana resulta fundamental, y, por ello, es importante que las madres y padres sepan cómo identificar si su hija o hijo está sufriendo este problema de salud mental.

• Cambios en el peso. El síntoma más evidente a nivel físico es la pérdida de peso de origen desconocido. Es decir, sin que exista una enfermedad que pueda explicarlo. Cuando la pérdida de peso es importante, el cuerpo está en un estado de desnutrición que puede ocasionar alteraciones derivadas, tales como pérdida de cabello, sensación de frío constante o irregularidades en la menstruación.

• Aislamiento. Suele ir acompañado de irritabilidad, depresión y malhumor. Enojos desmedidos cuando se les ofrece comida. También puede verse hiperactividad, exceso de actividad física, movimientos excesivos de piernas o moverse mucho en la casa.

• Cambio de hábitos alimentarios. Restricción de alimentos, rehusarse a comer o saltear comidas. Temor constante a engordar, culpa y conductas compensatorias (como purgas o ejercicios compulsivos) cuando se come algo que se hubiera preferido no comer.

• Obsesión por el cuerpo. Se miran constantemente en el espejo, se pesan. Tienen una gran y constante preocupación por la imagen corporal. 

• Esconder o acumular comida. Falta de dinero en la casa (para comprar comida y laxantes). Falta comida, por los atracones. Es posible encontrar envoltorios de laxantes o de comidas escondidos en los dormitorios, migas, restos sin terminar.

8 maneras de acompañar a una persona con trastornos alimentarios

Este tipo de trastornos impacta fuerte en el entorno más íntimo de la persona. Aun así, hay muchas formas de demostrar apoyo y acompañar el proceso de recuperación.

1. Compartir las comidas en familia. Cocrear momentos de preparación de alimentos y de comer en espacios seguros. Generar un clima relajado mientras se come evita asociar la comida con un momento de tensión que pueda afectar de manera negativa en la salud alimentaria.

2. Comer lo mismo. No es conveniente que algunos coman ensalada, mientras la persona con trastornos alimentarios come un plato de pastas. Lo mejor es compartir el mismo alimento.

3. Ayuda profesional. Es fundamental que el paciente sea atendido por un equipo multidisciplinario capacitado. Además, es preciso realizar una revisión completa de su salud y proveer un acompañamiento psicológico durante el proceso.

4. Evitar estigmatizar el consumo de ciertos alimentos o modo de comerlos.

5. No opinar sobre el cuerpo de los demás y evitar las comparaciones.

6. No buscar el motivo del trastorno. La energía debe estar puesta en la recuperación.

7. Revisar las redes sociales, el contenido digital puede ser muy violento con la salud mental.

8. Promover la participación en el arte, la creación colectiva y la expresión corporal son estrategias de construcción de salud.

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